Confianza absoluta en el Sagrado Corazón ante el coronavirus

Pasan los días. Pero no de cualquier forma. Y Dios nos sigue sorprendiendo. En medio de esta pandemia, de este confinamiento, de tanto sacrificio, sufrimiento,…Dios sigue sorprendiendo.

Es increíble las muestras de cariño que estamos recibiendo cada día en todas nuestras casas, la de llamadas de teléfonos por parte de los voluntarios que siguen siendo igual de fieles que lo han sido siempre aunque físicamente no estén con nosotros. De colaboradores y bienhechores queriéndonos hacer algún tipo de donativo, de anónimos, asociaciones, hermandades ofreciéndonos ayuda de tipo sanitario, mascarillas, guantes, batas fabricadas en casa…cargamentos de comida…

Faltan las palabras para poder agradecer tanta generosidad, tantos cuidados, tanto cariño…nuestro carisma de confianza absoluta en el Sagrado Corazón se hace hoy más actual si cabe. Sí, las hermanas de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, confiamos ciegamente en la Providencia, es decir, en el amor infinito de Dios por sus criaturas, especialmente las más necesitadas, “Buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura…”.

Así ha sido siempre, desde que la Institución nació, con la Madre Rosario a la cabeza, pero han pasado los años y NUNCA nos ha faltado nada. Hoy, en medio de esta grave crisis mundial no sólo no nos falta lo más elemental, sino que el Señor nos sigue cuidando a través de tantos corazones generosos que están preocupados por nosotras y nuestros acogidos.

No hay nadie en esta tierra que no se haya visto afectado de alguna manera por esta pandemia, también nosotras y nuestros enfermos a los que vigilamos día y noche pendientes de cualquier signo de alarma por coronavirus, y a los que intentamos cuidar con todo nuestro cariño y entrega, como hace cualquier madre de familia con sus hijos.

Hemos tenido que renunciar a la ayuda física de tantos voluntarios, aún sabiendo que es parte de nuestro carisma, pero nos estáis cuidando de una manera especial. A veces cuando llamáis por teléfonos y nos confesáis vuestra pena por no poder venir a casa os solemos decir que en estos momentos el Señor nos está cuidando de otra manera, pero sobre todo a través de vuestras oraciones. Es la mejor ayuda que podéis brindarnos en estos momentos. Y en estos días, el ambiente de familia de nuestras casas es más intenso. Todos los acogidos viven con la mayor paz esta realidad, acostumbrados como están a vivir confinados en sus sillas de ruedas, en su enfermedad…pero ahora, más si cabe, colaboran en las tareas de la casa, cada uno desde su situación, y hasta los más limitados a través de sus sonrisas de agradecimiento, como una manera evidente de expresar que están bien.

Para nosotras, que confiamos en la Providencia de Dios, en su Sagrado Corazón, no nos cabe duda de que el cielo nos está protegiendo. A veces algunas personas llaman preocupados a ver cómo estamos y se sorprenden de que estemos todos bien. Sí, sin duda humanamente estamos redoblando nuestro trabajo y nuestra entrega, cuidando de desinfectar, de tomar todas las precauciones que nos recomienda cada día sanidad, pero el cielo nos está protegiendo. Y ahora, tenemos la oportunidad de vivir en primera línea esta batalla, a través del cuidado de nuestros enfermos, y a ejemplo de nuestras primeras hermanas que nunca tuvieron miedo de contagiarse de los tuberculosos que eran acogidos en nuestras casas en los comienzos de la Institución. Se les acogía cuando eran desahuciados de los hospitales, y en las casas del Sagrado Corazón eran cuidados con todo el cariño del que eran capaces, con menos medios que ahora, y eran acompañados a la hora de la muerte, rodeados de amor. Ahora, intentamos imitarlas, herederas de un carisma precioso y una misión tan necesaria como actual, a pesar de nuestras limitaciones, pero agradecidas porque un día el Señor nos eligió en nuestra miseria para cuidar a sus preferidos, a los más delicados, pobres y enfermos, y hoy sabemos con certeza que estamos más que nunca en sus manos.

Lo que saldrá de esta crisis no lo sabemos, pero el Señor nos está dando las fuerzas para luchar cada día de sol a sol, alertas a cualquier síntoma de enfermedad por el Covid-19 sin bajar la guardia, pero confiadas en su amor, a pesar del cansancio, a pesar de la angustia y la incertidumbre, a pesar del temor a que ese virus entre en nuestras casas y contagie a esos inocentes que el Señor nos ha encomendado cuidar.

Desde aquí aprovechamos para dar las gracias a Dios por sus cuidados infinitamente  misericordiosos y maternales, a través de esos voluntarios que no nos olvidáis, y a través de unos empleados que no han dudado en seguir adelante en su trabajo junto a nosotras a pesar del riesgo, por su apoyo y también por su entrega a través de su trabajo.

Algunos dicen que esto va para largo, confiaremos en la bondad de Dios que sabe lo que nos conviene con tal de salvarnos a todos. De mientras intentaremos seguir siendo instrumentos de Dios para “ser ese foco de presencia de Cristo” como piden nuestras Constituciones y seguiremos ofreciendo nuestro trabajo de cada día, tan intenso, nuestros pequeños sacrificios y dificultades para que todos los corazones se vuelvan a Él y esta pandemia acabe pronto.

Gracias a todos por cuidarnos. Gracias al Sagrado Corazón que cuida de los más pobres como sólo Él sabe hacerlo y a María, la reina del cielo y de la tierra y Reina y Madre de la Institución.