Fernando, seminarista granadino, cuenta su experiencia en la Casa de Granada

en la salita

Fernando, joven seminarista del Seminario Mayor de San Cecilio de Granada, realiza su labor Pastoral en la Casa del Sagrado Corazón de Granada, junto a tres compañeros más. «Dios se vale de nuestra humanidad para llegar a todos sus hijos. Y que mejor que construir ese lado humano, atendiendo a «los favoritos del Señor».


Me llamo Fernando, y soy seminarista del Seminario Mayor San Cecilio, aunque todo el mundo me llama Ferdi. El día de Reyes de este año (2009) entré al Seminario. Me dijeron que mi destino de pastoral iba a ser La Casa del Sagrado Corazón. Me alegré mucho porque de pequeño venía con mi familia a ayudar a esta Institución con lo que necesitaran, y ahora volvía después de muchos años a este sitio tan querido, en el que unas cuantas hermanas se encargan de cuidar a personas (la mayoría enferma) que no tienen nada, y darles comida, hogar, cuidados y cariño.

en la placeta

ferdi da de comer a rafaelTodos los sábados por las mañanas, vengo a esta casa acompañado por compañeros seminaristas, a construir el lado humano que debe tener todo cristiano (antes soy cristiano que seminarista). Pero también es necesario construir una formación humana para aquellos que son llamados al sacerdocio. Los sacerdotes son personas que acercan a Dios a otras personas, es por ello que deben ser humanos, en su actitud y en su obrar. Dios se vale de nuestra humanidad para llegar a todos sus hijos. Y que mejor que construir ese lado humano, atendiendo a «los favoritos del Señor», a los pobres, los enfermos, y necesitados. Necesitados de cariño, pues también son personas; necesitados de cuidados humanos, pues algunos sufren enfermedad; y necesitados de alimentos y techo, pues son necesidades básicas del ser humano.

con isabelPero fuera de toda formalidad, yo voy también a la Casa del Sagrado Corazón porque me lo paso bien, porque el ambiente (no os penséis que es algo extraordinario) es de lo más sencillo y agradable que hay, (es muy parecido a una familia grande) y es por esto, que allí es donde puedo encontrar la alegría que vivo con las hermanas y los ancianos. Muchas veces creemos que la alegría tiene que venirnos de grandes acontecimientos o acciones extraordinarias que pretendemos hacer para que el ambiente sea más alegre o agradable. No es así; en las pequeñas cosas de cada momento, en la mirada profunda de un abuelo, o su sonrisa agradecida, en su beso o su abrazo cuando ve que te preocupas por él, en los detalles más simples, es donde está el secreto de la alegría que allí se vive.

Las hermanas contribuyen mucho a ello, pues dan pie a que haya momentos de risas cuando ven que estamos perdidos en alguna cosa. Nos dejan a nuestro aire para que nos equivoquemos y aprendamos. Por ejemplo, yo no he aprendido los nombres de los enfermos porque me los hayan dicho las hermanas, sino porque cuando me han dicho llévale la comida a Mª Angustias y se la he llevado a Aniceta, ésta última me ha mandado a freir espárragos. Y resulta muy gracioso ver a todos los enfermos reírse de ti, porque hayas hecho algo mal. Y no es que me alegre que se rían de mí, pero yo veo que no se ríen de mí, se ríen conmigo y yo me río con ellos, aunque sea yo quien meta la pata. Pero no es verdad que siempre nos dejen a nuestro aire para «estrellarnos»; es de admirar la amabilidad y la paciencia de las hermanas para enseñarnos todo aquello que debemos aprender para después realizarlo correctamente a los enfermos: el cuidado de la sonda de Carmelo, el funcionamiento del aparato de la respiración de Paulino…etc.con antonio

Supongo, ya para terminar, que también esta casa tendrá sus dificultades, como cualquier otra, pero siempre que he ido a entrar por su puerta no puedo detenerme a pensar que cualquier problema que tengan, pequeño debe de ser, si quien sostiene esta Institución Benéfica es el Sagrado Corazón de Jesús que con su Divina Providencia bendice esta casa. Es su amor paternal y su debilidad hacia las personas que allí viven los que me dan la seguridad para decir: «Esta casa no morirá nunca pues la sustenta la caridad».

seminaristas