Durante dos semanas, jóvenes de colegios Jesuitas de Andalucía y Canarias han participado en un campo de trabajo en la Casa de Almería. Ellos mismos quieren contar su experiencia:
«El cariño recibido, la satisfacción personal al ver que estabas consiguiendo hacer feliz a una persona que lo necesita, la alegría de sentirte útil… hicieron que nos diéramos cuenta de que todos estamos aquí por un motivo: ofrecer a los demás el amor que recibimos de Dios, porque gracias a Él estamos aquí.
Ha sido una experiencia maravillosa que nos ha llegado muy dentro y ha marcado un antes y un después en nuestra vida».
«Somos alumnos de distintos colegios Jesuitas de Andalucía y Canarias. En Abril de este año nos propusieron participar en una experiencia basada en contribuir durante dos semanas a ayudar a los demás y sacarte del mundo materialista en el que vivimos para conocer la realidad exterior.
El 1 de Julio, llegamos a Almería, concretamente al colegio de la SAFA (Sagrada Familia) donde hemos estado viviendo durante este tiempo y pasando muy buenos momentos como si fuéramos una familia de verdad, con nuestros más y nuestros menos.
Al llegar, nos presentaron los diferentes trabajos y nos repartieron una cuartilla en la que poníamos nuestras preferencias. Los trabajos se clasificaban en tres grupos: Niños, adultos y enfermos. Después de eso, los monitores hicieron el sorteo.Por la noche hicimos una oración y al finalizarla leyeron la lista con todas nuestras ubicaciones. Llegó el momento de nombrar el Hogar de Nazaret (Casa del Sagrado Corazón de Almería) junto con el monitor correspondiente: Ángel Arroyo. Y tras él, nombraron a todos los que formamos este grupo: Carolina, Marcos, Javier, Mercedes, Manuela y Marta.
Al principio no sabíamos dónde íbamos, estábamos en la incertidumbre de si nos iba a gustar o no. Las dudas nos invadieron aquella noche.
A la mañana siguiente, estábamos totalmente perdidos, no nos sabíamos ni el camino pero tras unas buenas indicaciones y muchas ganas de conocer aquello, llegamos a la hora esperada.
Ya aquí, la timidez y la vergüenza se dieron a conocer pero gracias a Paco, un señor de 59 años, con un salero y una gracia increíble hizo que nos sintiéramos muy a gusto. Poco a poco fuimos conociendo a los demás.
Empezamos a conocer a aquellos que siempre están en el patio, como por ejemplo: Fouzia, una chica marroquí de apenas 40 años con una sonrisa que te llega muy adentro; el Abuelo, un hombre de alta edad que te gana con sus historias y sus ganas de vivir; Sane, un senegalés cuya historia escalofriante y la sonrisa que le sale con solo mirarle, te hace reflexionar que la vida no se acaba con una mala experiencia sino que la vida sigue, que solo tenemos una y que hay que sacar fuerza de donde sea para aprovecharla.
Más tarde conocimos a todos los demás, que no escribimos porque si no, no acabaríamos pero son tan increíbles como los anteriormente nombrados y que gracias a ellos hemos disfrutado de estos días.
Se acabó el primer día, volvimos a deshacer el camino que andamos esa mañana. Salimos con una sonrisa de oreja a oreja, empezamos a hablar de cómo habían sido nuestras primeras impresiones, fue una bonita forma de empezar a crear el grupo que ahora somos puesto que veníamos de distintos colegios y ciudades y no nos conocíamos de nada.
Cada uno de nosotros veníamos por una razón y llevábamos con nosotros unos objetivos, unos retos que pensábamos cumplir. Y no sólo se cumplieron en dos o tres días, sino que fue más de lo que nos esperábamos. El cariño recibido, la satisfacción personal al ver que estabas consiguiendo hacer feliz a una persona que lo necesita, la alegría de sentirte útil… hicieron que nos diéramos cuenta de que todos estamos aquí por un motivo: ofrecer a los demás el amor que recibimos de Dios, porque gracias a Él estamos aquí.
Ha sido una experiencia maravillosa que nos ha llegado muy dentro y ha marcado un antes y un después en nuestra vida.
No conocemos muy bien como son los demás trabajos y como han vivido la experiencia nuestros compañeros, pero para nosotros este ha sido el mejor de todos. Puesto que lo hemos dado todo y hemos sentido el agradecimiento y el cariño que nos han mostrado abriéndonos sus corazones.
Tras varios días aquí, durmiendo bastante poco, el cansancio iba haciendo mella y era irremediable que se nos notase en la cara pero por dentro seguíamos teniendo todas las fuerzas del principio y creo que lo hemos demostrado. Hemos conseguido superar todos nuestros miedos y prejuicios que teníamos con esta serie de personas, a base de esfuerzo y trabajo.
Esperamos seguir por este camino que hemos empezado y que nos ha hecho acercarnos más a Dios y verlo reflejado en todas estas personas.
Deseamos que estas personas se hayan sentido tan felices como nosotros nos hemos sentido al tenderles la mano.
Es muy gratificante sentir que una persona se acuesta pensando que va a volver a verte al día siguiente. También nos gustaría hacer una llamada de atención a todas aquellas personas voluntarias que se encargan de mantener la Institución durante el año entero. Porque demuestran que están entregando plenamente el amor de Dios y son nuestro modelo a seguir.
Gracias Dios, por dejar que vivamos esta experiencia tan inolvidable«.