Sin lugar a dudas, la pasada tarde del 12 de noviembre, puede calificarse por infinidad de razones, como una tarde mágica.
Nos acompañó nuevamente nuestro amigo Fernando Moreno, «el mago» como cariñosamente le llamamos todos.
Nos deleitó con su buen hacer en esas artes y habilidades de magia, ilusión y alegría. Todos disfrutamos y lo pasamos muy bien. Gozamos y nos reimos, y todos entramos en ese mundo de fantasía donde, con su destreza y habilidad, nos metió y nos envolvió.
Pero sin duda alguna, quien más disfrutó fue «nuestro niño» Miguel Angel, y digo nuestro porque así lo sentimos. Es nuestro benjamín y no hay duda de que es de todos, pues todos lo queremos, cuidamos y mimamos en Regina Mundi.
Esa tarde, como mágica que fue, nos hizo sentir y gozar de unos sentimientos profundos que hacen estremecer los cimientos de nuestra estructura humana.
Por un lado disfrutamos del amplio repertorio que nuestro amigo el mago nos proporcionó (pañuelos que se pierden entre las manos y aparecen en otros lugares; bolas que cambian de colores, juegos de aros y cartas y un sin fin más de trucos de ilusión). Pero por otro lado disfrutamos al ver alegres y contentos a todas las personas que estaban allí, con sus caras de felicidad como si nuevamente volviesen a ser todos niños.
Por eso todos nos solidarizamos con nuestro pequeño Miguel Angel, todos olvidamos nuestros años y nos hicimos niños con él. Sin darnos cuenta a todos nos llegó un mismo pensamiento, que nos hizo recordar las palabras de Jesús, cuando dijo que había que hacerse como niños para poder entrar en el Reino de los Cielos.
Gracias amigo mago, gracias amigo Fernando
José Carballido (voluntario)