Hace tan sólo unos días que Paqui, nuestra»Paquitina», volvió a casa después de pasar bastantes días ingresada en el hospital. Desde el día en que se puso tan mala y se le llevó a urgencias, ha sido impresionante cómo se ha volcado todo el mundo con ella.
Por fin llegó el día en que le dieron el alta, y Paqui salió del hospital saludando a todas las enfermeras y despidiéndose con un «hasta otro ratito».
La llegada a casa fue impresionante y de lo más emotiva. Entró como los toreros, por la puerta grande. La casa entera estaba apiñada en la entrada para recibirla con los brazos abiertos, hermanas, acogidos, voluntarios…echándole serpentinas, aplaudiendo, gritando «bien por Paqui», todo el mundo acabó llorando como Magdalenas. Fue precioso, ella se metió en el papel y correspondió a tanta muestra de cariño, con sonrisas de oreja a oreja, aplausos, abrazos…
Sinceramente, han sido momentos muy de Dios; en esta sencilla experiencia de enfermedad y cariño se ha visto la mano de Dios por todas las esquinas. Paqui, con sus 37 años, es como una niña, es un Cristo vivo que ha estado en coma y ha resucitado, que ha luchado por la vida y aún sin poder hablar ni moverse, era consciente de que no estaba sola en ningún momento, a todo el mundo recibía con una sonrisa y buscaba tu mano para sentir cariño. La historia de Paqui es la de un milagro. Los médicos dieron un pronóstico muy negro y Paqui ahora es capaz de comunicarse de nuevo, y está empezando a andar otra vez y lo más importante está con nosotros en su casa, rodeada de cariño, ese es otro milagro que ha impactado a muchos estos días.
Se ha palpado el espíritu de familia que tanto deseaba la Madre Rosario para la Institución. Paqui ha sido y es alguien muy especial; quizá, a los ojos del mundo no sea «productiva» ni «valiosa», pero para el Sagrado Corazón de Jesús, que, además tiene el honor de acogerla en su casa de Granada, es la más valiosa y la más querida junto a sus otros hermanos acogidos en la casa. Estos días se ha cumplido, de una manera especial, el Evangelio en el que Jesús recuerda que «los últimos y más pequeños serán los primeros en el Reino de los Cielos». Para todos los que la queremos, Paqui, y cualquiera de los acogidos, son los primeros.