Homenaje a Paco, de la Casa de Málaga

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El pasado 20 de agosto, Paco Martos, nos decía adiós. Ha estado 15 años en la Casa del Sagrado Corazón de Málaga y tenía sólo 49 años cuando Dios decidió llevárselo al cielo. Una larga enfermedad, joven, pero una vida muy intensa y abundante en frutos. Nos ha dejado un gran testimonio de santidad.

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No podía apenas articular palabra, dependiente total para todo, necesitaba una persona continuamente a su lado, pero en ningún momento dejó de sonreir, de perder la paciencia o la serenidad. Transmitía paz, una paz que provenía de su fe y confianza en Dios. Las hermanas y todos los que le han conocido le consideran santo. Ha sido ejemplo para muchos, aliento, consuelo, apoyo, muestra de lo que es el amor, un amar y dejarse amar. Participaba con devoción de la Eucaristía, de oración sincera. Desde su silla e imposibilidad de movimiento, ayudaba a otros, enseñaba ordenador, matemáticas…los voluntarios gozaban a su lado, le leían libros…En Navidades y Noche Vieja disfrutaba y se disfrazaba como uno más de la casa, el sentido del humor no le faltaba…

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Paco era un Cristo vivo y a pesar de la Cruz sonreía; su vida, desde la enfermedad, tenía un sentido. Son muchos los que en su muerte y enfermedad le han dedicado artículos, poemas, algunos podéis leerlos aquí…Paco ha dejado huella en la Casa de Málaga, una huella que nadie olvidará, sobre todo las hermanas y voluntarios más cercanos con él. Para muchos será modelo de seguir a Cristo desde el sufrimiento humano de la enfermedad, con paz y alegría. Su debilidad física no impedía que Dios mismo fuera su fuerza y aliento en su caminar.

Desde aquí damos gracias a Dios por la vida de Paco, por habernos permitido conocerlo. A él, le decimos «hasta pronto, Paco», pues su vida sigue; ahora está más vivo y lleno de gozo que nunca.